Autora: Giselle
Existía en el planeta tierra una sola ciudad que abarcaba todas las superficies emergidas. En ella los inmensos edificios se alzaban para recortar la luz del sol. El ambiente era gris y no había cabida para el afecto, la comprensión ni la solidaridad entre sus habitantes; se había perdido aquello que solían llamar humanidad. Las interminables calles remplazaban lo que en otra época habían sido tierras fértiles. Nadie imaginó, como el monstruo podía crecer sin parar, alimentándose de todo lo verde que encontraba a su paso.
Nadie en esta ciudad se percató de que cuanto más analizaban y clasificaban lo que les rodeaba, más se alejaban de la realidad. Eventualmente dejaron de maravillarse, de crear, de amar. La música no era más que sonidos ordenados provenientes de vibraciones que, a su vez, venían de ciertos objetos; así como un hijo no era más que un ente orgánico complejo que se había originado por la unión de dos células sexuales en un laboratorio. El amor fue de las primeras cosas en desaparecer, reducido a reacciones químicas completamente innecesarias.
Pero eso fue tiempo atrás, antes de que apareciera la segunda luna. Pues al tener que lidiar con la sobrepoblación, los recursos empezaron a escasear y pronto los habitantes comenzaron una matanza, para que una parte de la población lograra sobrevivir con los recursos de los que se disponía. Pero entonces algo despertó , un instinto que se fue apoderando de algunos de los condenados a ser sacrificados. El instinto primario de la autoconservación empujó a los individuos a defenderse y de allí renacieron la rabia y el odio. Ocurrió así que, después de siglos de macabra paz, estalló la guerra. El infierno recorrió cada entraña de la ciudad. El abandono de los equipos de mantenimiento de las colosales centrales de fisión fueron la causa del gran cataclismo. Una gran explosión desprendió tierra, ciudad y cuerpos al espacio. Pero algunos sobrevivieron.
Y aquí seguimos, aunque algunos se vieron perdidos, sin ciudad y sin propósito, el libre albedrío llevó a la locura a los que la esclavitud había arraigado más profundamente . Los impulsos sexuales ya no estaban inhibidos por los productos químicos suministrados en los alimentos. Se cometieron grandes atrocidades, pero no todos los hombres se dejaron llevar por la psicosis, algunos encontraron como llevar una convivencia pacífica para lograr satisfacer sus necesidades ya que era difícil la supervivencia sin la gran ciudad que les abasteciera.
Pronto ocurrió el primer nacimiento natural, renaciendo el sentimiento más fuerte de la humanidad, el amor, que despertó en la madre su hijo.
Asociación cultural
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